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Todo un rito Click en documentos y catálogos para ver su contenidoTODO UN RITO

La luz de un sol de invierno ha dado de pronto sobre un cuadro que cuelga de la pared de mi pequeño estudio. Es de esos cuadros "tuyos", de esos que no se venden. Hace años que lo pinté, no recuerdo cuántos. El sol le ha dado vida.

A pesar de mi cambio de estilo el cuadro me gusta, es valiente. Firme trazo, colores enteros... Domina el blanco, color del Karategui que lleva la figura.

El título es "Ponerse el cinturón, todo un rito"

Un pizco de melancolía me hace suspirar... Yo soy la figura femenina que está abrochándose el cinturón. Es un cinturón marrón. Es mi cinturón que conseguí después de años de lucha y no ciertamente fueron todos en el "dojo".
Lo que sí sé es que fueron años maravillosos y que aprendí disciplinal serenidad y compañerismo.
Recuerdo el primer día de clase. Yo me había preparado durante dos años haciendo aeróbic. El "dojo" estaba en la sala contigua a la nuestra, y aunque entrenábamos con música se escuchaban los" kiais" de los alumnos. Trabajé con ahínco y cuando estaba lo suficientemente ágil le dije al Sensei que quería aprender Karate. Él sonrió y me dijo que ya lo sabia, y que estaba suficientemente preparada. Me había esforzado tanto porque el Karate es duro y yo ya no era una niña, y no quería que mi edad fuera causa de alguna broma de alguien.

Desde niña, había sido una seguidora de las artes marciales; fue un cómic que cayó en mis manos lo primero que me descubrió ese mundo. Leí, vi películas... pero en esos tiempos una chica en un gimnasio... además no recuerdo que hubiese gimnasios que enseñasen Karate, ballet era lo mas apropiado para una chica entonces, en fin, luego me casé...llegaron los niños ...

Pero un verano fuimos a Panticosa y allí estaban pasando una semana unos alumnos de Karate con su profesor, un campeón del mundo, que mira por dónde conocía a mi marido.
Antonio Piñero es un hombre encantador y contestó a todas mis preguntas. Sí, podía aprender Karate cualquier persona. Sí, a mi edad se podía hacer, siempre que se estuviese preparado.
A las pegas que puso mi marido, Antonio añadió que si le parecía dura esa disciplina, el aeróbic era estupendo para las mujeres y me animó a hacerlo. Había en su mirada una luz de complicidad...

En Septiembre me matriculé en aeróbic. Fueron dos años de duro entrenamiento y por fin entre en el " Dojo". El Karategui que lucía era uno de segunda mano que una chica me había vendido. El cinturón blanco, larguísimo. Tuve que mirar de reojo como se ataba. Me sentía como en otro mundo. Mis pies desnudos seguían con entusiasmo los diferentes pasos de la gimnasia de calentamiento; no era demasiado fuerte, aunque aprender los Katas me llevó algo más de tiempo.

En casa no me dijeron nada del cambio de disciplina, y nadie se extrañó de que a mis treinta y (...) años hiciera Karate. Además, en clase, había un montón de cinturones marrones y negros más mayores que yo.

Me entrene a fondo. Las primeras luchas fueron de ensueño, por fin me podía enfrentar con alguien en una lucha noble, pudiendo saber distribuir las energías y la inteligencia.
Cuando después de la clase nos poníamos en "seiza" para meditar, siempre le daba las gracias a Dios por esos momentos.

Con el tiempo, después de aprobar sucesivos exámenes, fuí cambiando el cinturón.. Me encantaba el azul, pero el verde era ya de alumno aventajado.

Yo suspiraba por el 1º kyu cinturón marrón. El kata era "Yansu tsuki-No-Kata" y era dificilísimo.
Los ejercicios de katas son una sucesión de golpes de pies y manos y de blocajes. Enlazan todas las técnicas sabidas y constan de velocidad, equilibrio, además de fuerza y perfección.
Yo, por falta de tiempo, no podía ir a entrenar como los otros alumnos. Entonces ideé una forma de aprendizaje: En un magnetofón, grabé los diferentes pasos, los golpes con las manos;" Ryuto-Ken-Tsuki", los blocajes; " Kake uke.".. en fin, todos los movimientos, y combinaciones, añadiendo como tenia que ponerme, y las indicaciones que el Sensei nos había dado. Así, en el pasillo y aprovechando las horas en que la casa estaba vacía, aprendí el kata "Yansu, Tsuki-no-Kata". Bueno, tengo que confesar que me suspendieron, pero a la segunda vez aprobé y me dieron mi soñado cinturón marrón.

El rayo de sol se ha marchado, pero mi cuadro está ahí. Testimonio de un tiempo que fue muy feliz.
Dejé de hacer Karate por diferentes motivos. Uno de ellos fue un desafortunado accidente en el que me lesioné en una rodilla y que por quererlo esconder en casa, me llevó a que fuera más importante. Otro motivo fué, la incompatibilidad de los horarios de entrenamientos, unas exposiciones de pintura que realicé, en fin...

Guardo el Karategui doblado cuidadosamente como lo dejé el ultimo día. Está esperándome, lo sé. Quizá algúna vez me decida y ente en el "Dojo" y salude a mi Sensei, "Sensei ni rei" y repita con todos la promesa del Karate:

  • "Dedicaremos todo nuestro esfuerzo al desarrollo espiritual, intelectual y físico.
  • Nos mantendremos alerta en la búsqueda del verdadero camino del arte marcial, así como a las enseñanzas de nuestros maestros.
  • Buscaremos con gran vigor cultivar un espíritu de abnegación.
  • Observaremos las reglas de la cortesía, respeto a nuestros superiores y nos abstendremos de la violencia.
  • Nunca olvidaremos la verdadera virtud de la humildad.
  • Nuestros únicos deseos serán buscar la sabiduría físico mental.
  • A través de la disciplina del Karate, buscaremos el completo y verdadero significado de este arte marcial".
2007

...Y llegó el dia.

Me vestí el karategui, me ceñí el cinturón, entré en el dojo y saludé a mi Sensei.
Estaba emocionada y expectante; como mi fuerza fisica estaba perfecta, enseguida me uní al grupo como si nunca hubiera faltado.
Algunos nombres, algunos" tettsui o yoco geri", me confundían, pero pronto los memoricé otra vez.
Los katas me salian solos.
Era algo muy especial,como si el tiempo no hubiera pasado.
No pienso en nada mientras realizo los ejercicios, solo en superarme.

El ejercicio fisico, la disciplina, el estudio, me ayuda en la nueva etapa de mi vida.
Asi que, vestida con el karategui y con mi cinturon marrón bien ceñido, intento ser un buen Sempai.
Me gustaria conseguir el cinturon negro... Ah! pero esto ya es otra historia...

!SHINDEN NI REI !

2011

Fueron unos días mágicos. Al despertar en la mañana, veía desde mi ventana las montañas que nos rodeaban y el cielo azul. Con mi karategui blanco y mi cinturón marrón me dirigí con mis compañeros al campo de futbol para entrenar.

Éramos una fila blanca de coloridos cinturones que atravesábamos la ciudad de Benasque. Allí conocí y a otros karatecas de diferentes partes del mundo, siempre estarán en mi recuerdo. El rumor de los arboles nos ayudaba en el entrenamiento, el viento nos daba impulso para esforzarnos y seguir las órdenes de los shinan que nos dirigían.

El día último se hizo una fiesta. Se entregaban los trofeos y certificados de los nuevos cinturones. Mientras se llamaban a los premiados mi corazón latía, el tiempo pasaba y la fiesta iba a terminar. De pronto el presentador dijo mi nombre... ¡No podía creerlo!... Me levanté de un salto, subí al escenario, recogí mi diploma, di las gracias a los shinan, recuerdo que abrace a Antonio Piñero, mi shinan de tantos años. Cuando me senté en mi sitio, no pude evitar que unas lágrimas rodasen por mis mejillas. Era la alegría que me invadía. En ese momento fui feliz

¡Ya soy cinturón negro!